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domingo, 31 de mayo de 2009

¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO?, por Piotr Kropotkin


tomado de FILOSOFÍA DIGITAL. www.filosofiadigital.com

¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO?, por Piotr Kropotkin

Categoría: -MUNDO LIBRE — May 29, 2009 @ 8:16 pm

“Hoy el Estado ha llegado a inmiscuirse en todas las manifestaciones de nuestra vida; desde la cuna a la tumba nos tritura con su peso. Unas veces el Estado central, otras el de la provincia, otras el municipio; un poder nos persigue a cada paso, se nos aparece a la vuelta de cada esquina y nos vigila, nos impone, nos esclaviza. Legisla todos nuestros actos y amontona tal cúmulo de leyes que confunde al más listo de los abogados. ¿Para qué sirve esta inmensa máquina que llamamos Estado? ¿Es para impedir la explotación del obrero por el capitalista, del campesino por el rentista? ¿Es para facilitar y asegurar el trabajo, para defendernos contra el usurero, para suministrarnos alimentos cuando la amada esposa no tiene más que agua para calmar el hambre del niño que llora agarrado a su exhausto seno? No, y mil veces no. Todo para el propietario holgazán; todo contra el proletario trabajador; la instrucción burguesa que desde la más tierna edad corrompe la infancia, inculcándole prejuicios de esclavitud; la Iglesia que confunde el cerebro de la mujer; la ley que impide la difusión de ideas de solidaridad e igualdad; el dinero, que sirve a veces para corromper a los que se hacen apóstoles de la solidaridad de los trabajadores; la cárcel y la metralla a discreción para reducir a silencio a quien no se deja corromper. He ahí la misión del Estado.”

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El Estado, este organismo que deja en poder de unos cuantos los asuntos de todos, es una forma de organización humana que ha dado de sí cuanto tenía, y por eso la humanidad intenta nuevas formas de agrupación.

Luego de haber llegado a su apogeo en el siglo dieciocho, los viejos Estados de Europa han entrado ya en la fase de descenso. Los pueblos, sobre todo los de raza latina, aspiran a la destrucción de ese poder que no sirve más que para cohibir su libre desenvolvimiento. Quieren la autonomía de las provincias, de los municipios, la asociación entre sí de los grupos obreros, supresión de poderes que impongan, establecimiento de lazos de apoyo mutuo y libre acuerdo. Tal es la fase histórica en que entramos, y nada puede impedir su realización.

UN PODER QUE NOS PERSIGUE A CADA PASO

Hoy el Estado ha llegado a inmiscuirse en todas las manifestaciones de nuestra vida; desde la cuna a la tumba nos tritura con su peso. Unas veces el Estado central, otras el de la provincia, otras el municipio; un poder nos persigue a cada paso, se nos aparece a la vuelta de cada esquina y nos vigila, nos impone, nos esclaviza. Legisla todos nuestros actos y amontona tal cúmulo de leyes que confunde al más listo de los abogados. Crea cada día nuevos engranajes, que adapta aviesamente a la vieja guimbarda recompuesta, llegando a construir una máquina tan complicada, bastarda y obstructiva, que subleva a los mismos encargados de hacerla funcionar.

El Estado crea además un ejército de empleados, arañas con largas uñas que no conocen del universo más que lo visto a través de los sucios cristales de la oficina o lo contenido en los textos absurdos que llenan el papelote de los archivos; multitud estúpida que no tiene otra religión que el dinero, ni más preocupación que la de pegarse a un partido cualquiera, negro, azul o blanco, que le garantice un máximo de sueldo por un mínimo de trabajo.

¿HAY ALGUNA ACTIVIDAD DEL ESTADO QUE NO INDIGNE?

Los resultados nos son, por desgracia, harto conocidos. ¿Hay una sola rama de la actividad del Estado que no indigne a quien tenga algo que ver con ella?

¿Hay un solo ramo en que el Estado, luego de muchos siglos de existencia de reformas, no dé pruebas evidentes de completa incapacidad? Las sumas inmensas que el Estado arranca a los pueblos, a pesar de ser mayores cada día, no son nunca suficientes. El Estado vive siempre a cargo de las futuras generaciones; se llena de deudas y marcha por todos lados a la ruina.

El Estado, aceptado por los pueblos con la condición de ser el defensor de los débiles contra los fuertes, se ha convertido hoy en fortaleza de los ricos contra los explotados, del propietario contra los proletarios.

EL ESTADO REDUCE A SILENCIO A QUIEN NO SE DEJA CORROMPER

¿Para qué sirve esta inmensa máquina que llamamos Estado? ¿Es para impedir la explotación del obrero por el capitalista, del campesino por el rentista? ¿Es para facilitar y asegurar el trabajo, para defendernos contra el usurero, para suministrarnos alimentos cuando la amada esposa no tiene más que agua para calmar el hambre del niño que llora agarrado a su exhausto seno? No, y mil veces no.

Todo para el propietario holgazán; todo contra el proletario trabajador; la instrucción burguesa que desde la más tierna edad corrompe la infancia, inculcándole prejuicios de esclavitud; la Iglesia que confunde el cerebro de la mujer; la ley que impide la difusión de ideas de solidaridad e igualdad; el dinero, que sirve a veces para corromper a los que se hacen apóstoles de la solidaridad de los trabajadores; la cárcel y la metralla a discreción para reducir a silencio a quien no se deja corromper. He ahí la misión del Estado.

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DEDICATORIA: A David Serquera, del que, además de colega en la profesión y camarada en la política, confío en llegar a ser amigo de corazón. Oliver

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PIOTR KROPOTKIN, Palabras de un rebelde. Edhasa, 2001. Traducción de David León Gómez. [FD, 19/06/2006]

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