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lunes, 4 de mayo de 2009

EL INDIGENISMO Y LA LUCHA POR LA LIBERTAD. Elías Letelier

tomado de TRAZOS http://www.letelier.org/actas/catastro/ensayos/article_7.shtml

Ensayos




El indigenismo y la lucha por la libertad
Elías Letelier

Cuando hablamos de la situación indígena en los países de América latina, nos enfrentamos a la dramática realidad de sociedades prohibidas y a las cuales, en lo esencial, se les niega el derecho a la tierra. Sin dudas que nuestra preocupación fundamental esta en buscar una respuesta y demandar en forma inmediata, en franca lucha contra los gobiernos opresores, el derecho de los indígenas a que existan como naciones y con sus propios gobiernos, ya sean estos asociados a un gobierno central o autónomo.

El hecho que un ser humano progresista se oponga a la expropiación de las tierras de los pueblos indígenas y se manifieste contra la intromisión cultural, es sin dudas una respuesta coherente con el espíritu humanista y el buen sentido de igualdad entre los seres humanos, por cuanto, ignorar las realidades los pueblos indígenas, no sólo es una falta de compromiso social, sino que, también es una complicidad con los que sufren en sus tierras despojados.

Ahora, más allá de defender los derechos de los pueblos indígenas, creo que primero tenemos que determinar las causales del mal, por cuanto, no determinar las causales del mal será contribuir al mal, al no identificar al responsable de los crímenes contra la humanidad. ¿Cómo es posible solucionar un problema sin determinar las causales?

Si nos remontamos al pasado, inmediatamente después del surgimiento del capitalismo, después del descubrimiento de América, todo se tradujo en conquistar territorios y domesticar a los salvajes. En nombre de Dios se mataba y construían imperios sobre los imperios destruidos.

EL capitalismo es el creador del racismo y el capitalismo es responsable de la problemática indígena que se manifiesta en un movimiento indigenista como una mera corriente de reivindicaciones culturales en América Latina, y cuenta con una solidaridad esporádica y voluntariosa. Este racismo diversionista consiste en tratar de crear pequeñas islas o pequeñas republicas independientes en el imperio de la lucha por la justicia, y no es más que un escapismo político, negando al culpable de los problemas y que es el capitalismo desenfrenado.

El racismo y la miseria contra los pueblos indígenas de América latina son componentes del régimen capitalista de producción y un síntoma de la explotación del hombre por el hombre, así como en todas las sociedades divididas en clases.

No es extraño que al indio norteamericano se le declarara como una raza inferior y con esta maniobra ser justificara su exterminio, como también se estableciera una influencia en toda América en torno a la situación de los indígenas. Este problema que a muchos nos impacta, también fue tocado por Carlos Marx en el primer tomo de El Capital:

“Aquellos hombres, virtuosos intachables del protestantismo, a los puritanos de la Nueva Inglaterra, otorgaron en 1703, por acuerdo de la Assembly, un premio de 40 libras esterlinas por cada escalpo de indio y por cada piel roja apresado; en 1720, el premio era de 100 libras por escalpo, en 1774, después de declarar en rebeldía a la rama de Massachussets Bay, los premios eran los siguientes. 100 libras esterlinas de nuevo cuño; por cada hombre apresado, 105 libras; por cada mujer y cada niño, 55 libras; y por cada escalpo de mujer o niño, 50 libras!”

Ahora, después de esta sangrienta historia, la pregunta que tenemos que hacernos es muy simple: ¿Cómo terminar con la destrucción que sufren los pueblos indígenas? Sin dudas que la respuesta es muy clara. Tenemos que levantarnos todos contra el sistema de opresión responsable de este crimen y juntos, luchar para exterminarlo y para que nunca más vuelva ocurrir. Tenemos que destruir estas expresiones capitalistas y establecer una sociedad justa, donde todo ser humano tenga el derecho a ser persona, en una franca posición antiimperialista.

La situación indígena ha sido tomada en muchos momentos de la historia de América, al grado que, en que 1879 se llevó, empujados por los capitalistas ingleses y de los Estados Unidos, a Chile, Perú y Bolivia a la Guerra del Pacífico. Aquí se esgrimieron miles de razones, y una de ellas, muy importante, fue la restauración del imperio incásico. Claro que esta artimaña fue tomada con el fin de llevar a todos los indios a morir por los intereses capitalista, donde las transnacionales se peleaban la hegemonía del derecho a la explotación de los diferentes territorios. No es extraño que el istmo americano fuese destruido y transformado en múltiples naciones, tituladas Republicas Bananas, Aquí, cada transnacional decidió tener su propio país. Es así como han dividido el continente en Repúblicas Estaño, Repúblicas Cobre, Repúblicas Madera, Repúblicas Uvas, Repúblicas Vino, Repúblicas Pescados, Repúblicas Electricidad, Repúblicas Bananas y otras tantas repúblicas materias primas y administradas por un banco internacional.

La lucha indígenas, desde el polo sur al polo norte, pasó por las mismas tácticas de control y apaciguamientos. Pese a que existieron múltiples intentos de controlar a los indígenas, en el sur de Chile, la guerra de desgaste imponía la necesidad de establecer un modo de apaciguamiento que permitiera el desarrollo de las nuevas clases sociales, que lentamente cambiaban las sandalias por finos calzados y tules de Francia y, que veían la necesidad de extender sus fronteras para poder comercializar y explotar los ricos territorios.

Es así, que entre los intentos de sometimiento mediante la vía del parlamento, que era un modo de dialogo que trataba de convencer mediante la razón, por sobre la vía de la fuerza, especialmente el parlamento de 1726, el que arrojo resultados parciales y que solo beneficiaban al invasor.

Fue en 1793, cuando se celebró en Chile el tratado de Quilin y Negrete que se establece el apaciguamiento de los indios, un tratado que más tarde los llevaría casi al la extinción. Aquí se reúnen a parlamentar los blancos y los indios, lográndose pactar una paz que concluía con la asignación de territorios a los indígenas en la llamada Araucanía. Aquí podrían vivir y mantener sus sistemas de gobiernos, los que se sostenían bajo una sociedad de cooperativismo y donde nadie era propietario de la tierra, es decir un socialismo primitivo.

Las mismas astucias se celebran en los Estados Unidos, durante la misma época, después que Póntiac, el gran capitán guerrero encabezara a los ottawas en la guerra india de 1763.

Durante la guerra del 1763, Póntiac barrió los estado de Tennessee y Pennsylvania, pasando por la línea del río Ohio hasta sitiar el Fuerte Pit (Fort Pit). Aquí, durante esta batalla decisiva, se produce la primera guerra bacteriológica que conoce la humanidad. Los capitalistas deciden, al verse amenazados, tirar fresadas infectadas con la viruela a los indios que se encontraban fuera del Fuerte y de esta manera, bajo el frió invierno, logra destruir las fuerzas revolucionarias. ¡Así pasó!. Los indios sufren el desgaste producto de la contaminación y los ingleses terminas masacrando como bestias a los indios; Póntiac se pierde entre los bosques occidentales del estado de Illinois hasta ser, más tarde, asesinado en 1769.

Cuando se establece en 1776 la paz con los Indios en Chile, esto implicó un desarmen y tregua para el capitalismo, el que volvió a arremeter contra los indígenas, desplazándolos a los territorios más inhóspitos del país, ubicados en las selvas del sur, que los ingleses y los españoles se batían en conquistar para la corona de las emergentes transnacionales. Este mismo episodio fue establecido en los Estados unidos, durante el gobierno de Andrew Jackson, quien, mediante la ley del 10 de marzo de 1830 que autoriza desplazar a los indios en tierras al oeste del río Mississippi. Tales prácticas fueron silenciosamente llevadas a cabo por los ingleses y los franceses en Canadá, y con la ayuda del protestantismo y del catolicismo. Ahora, no es extraño que en Chile, en la actualidad, se vuelva hablar de desplazar a los indios a la IX región mientras se les niega el derecho a la tierra, y sobre sus territorios, se construyan represas hidroeléctricas que borraran sus vestigios culturales.

Cuando hablamos de las luchas de liberación en América latina, hablamos de la independencia de nuestras naciones y con ellas, de la independencia de los diferentes grupos y etnias, como también, el reconocimiento a las lenguas y la necesidad de rescatarlas de la destrucción capitalista.

Ahora, tenemos que dejar en claro, que antes que existiera el “Apartheid” en África, ya existía en América el sistema de segregación humana, expresión que se ha ido repitiendo a través de los años y que los europeos hace poco vivieron con la segunda guerra mundial.

Frente a esta problemática de los indios, José Martí, en un articulo publicado en La Nación de Buenos Aires, se refiere el 4 de diciembre de 1885: “Lo apresan en un espacio estrecho, donde se revuelve entre sus compañeros acorralados, con todo el horizonte lleno de traficantes que le venden cachivaches relucientes y armas y bebidas.”

Acaso esto no lo conocemos en Europa contra los judíos, donde el capitalismo en su gran crisis, creó esta guerra que llevó a grandes multitudes a la muerte y en beneficio del capital. Acaso este apartheid de los negros en Sudáfrica y los ghettos de los judíos en la Europa fascista, las reducciones indígenas en América latina y la segregación de los palestinos no tienen algo en común? Sin dudas que la respuesta es el imperialismo capitalista.

Ahora, estos mismos criminales sostenedores del capitalismo y que llevan a las naciones a las guerras raciales cuando ven amenazados sus derechos a la explotación, son los primeros en hablar de derechos humanos cuando ven la posibilidad de debilitar a las fuerzas que se oponen a sus prácticas de odio, con el fin de que estas fuerzas sociales no adquieran alguna ventaja anticapitalista. Estas manifestaciones indigenistas del capitalismo, las vimos en Nicaragua, donde los capitalistas reclamaron ante las Naciones Unidas el derecho de los indios misquitos.

Fue muy curiosa la operación de los “green-go” de los Estados Unidos, como también, de otros que cayeron en el juego. Bajo esta operación, estaban a punto de lanzarse a la guerra en beneficio de los derechos de estas minorías misquitas, que hasta esa fecha, ellos nunca habían tomado en consideración, pero, en esos momentos, les eran de gran utilidad en la lucha contra el “Comunismo”. Finalmente, cuando las razones eran demasiado burdas y era imposible demostrar lo contrario de los que decían y peor, cuando esta manifestación humanista daba pretexto para agitar la situación indígena en los mismos Estados Unidos, los políticos estadounidenses, con su cristianismo protestante, decidieron comprar a los mestizos y a los mercenarios blancos para llevarlos a una miserable guerra de hermanos contra hermanos, todo esto con el fin de defender el derecho de las trasnacionales a explotar un territorio y a su gente.

Han pasado los años y la nación defensora de los derechos de los indios misquitos, la que un día estuvo a punto de ir a la guerra para defender los derechos de estas minorías, hoy, cuando los indios misquitos se mueren de hambre y enfermedades, como todos los indios del continente, nadie, ni los más grande humanistas del capitalismo hablan sobre ellos. ¡Que curioso!

Ahora, el mismo caso lo vemos en Colombia, donde el capitalismo se disputa un fértil territorio, rico en recursos naturales. Aquí, el capitalismo con su gran influencia del dólar actúa en beneficio de las minorías negras, mientras mantienen sus bantustanes a los indios de los estados del norte y todavía reclaman sus derechos, sin que nadie los escuche. EL capitalismo, a través de las ONG, bajo el eslogan del “Civilismo”, invierte grandes sumas de dinero en la penetración ideológica de las minorías negras, todo con el fin de contribuir a establecer un muro contra el avance del “comunismo” y en clara defensa, al mismo estilo de ayer, de un desenfrenado capitalismo que no hesita en matar a los niños sin casas, que duermen en las calles de Cali, sólo por el hecho de afear el rostro de las calles y los barrios elegantes.

La situación de las minorías en Colombia y los indígenas en Nicaragua, es la misma y es la misma historia de siempre.

¿Pero, como es posible que hoy hablen de los derechos indígenas en Colombia, cuando en Guatemala, que es una nación con el 90% indígena es gobernada por un 10% de blancos? ¿Acaso nadie se ha dado cuenta de esta realidad? ¿Porqué nadie reclama por los más de 300.000 (trescientos mil) indios muertos en la reciente sublevación? Pues bien, los campeones del tiro a mansalva decidieron silenciar el asunto al otorgarle el Premio Nóbel de la paz, a una india, la que sería obligada a silenciar a su propia gente al llamar a la lucha pacifista y al diálogo. Los diálogos no son más que treguas que se toma el capitalismo con el fin de arremeter, posteriormente, con más fuerza.

La pregunta que asalta a mis sentidos es: ¿Porqué Colombia? Bien, esto me huele a Misquito.

En la medida que avancemos en nuestra lucha en pos de un movimiento amplio que permita defender sincronizadamente los intereses de los desposeídos, en franca lucha por la libertad, avanzaremos en nuestra lucha contra la segregación racial, el apartheid latinoamericano y las nuevos bantustanes del capitalismo, como también, en lo fundamental, en pos de la independencia incondicional de los pueblos indígenas y otros pueblos, no como una caridad social-marxista o caridad social cristina, conocida como indigenismo, sino como una forma de lucha antiimperialista. De la misma forma como luchamos por la independencia del pueblo palestino, sin ser palestinistas; de la forma que defendemos la independecia cubana, sin ser cubanistas; de la misma forma en que estamos contra la cruenta guerra impuesta al pueblo colombiano, sin ser colombianistas. Hoy tenemos que luchar por las naciones indígenas, sin ser indigenistas, sino por reconocer el legítimo derecho a la autodeterminación de los pueblos, tomando en cuenta que nuestro enemigo es el imperialismo, el que siempre se preocupa de crearnos un adversario interno y hoy, el indigenismo no es más que un “Caballo de Troya” que trata de dictar a los pueblos indígenas, con asistencia de las ONG, el camino a la libertad.






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Referencia
Literaria

Elías Letelier. "El indigenismo y la lucha por la libertad." Trazos: Poesía en movimiento. Ed. Elías Letelier. Ottawa: Editorial Poetas Antiimperialistas de América. 24 de Mayo de 2005.
< http://www.letelier.org/actas/catastro/ensayos/article_7.shtml >

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